Posada Huaccoto

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En el valle, el ambiente del mercado de Vinoncanchon nos da la energia necesaria para comenzar la subida.
Equipados con tiendas, sacos y alimentos varios, avanzamos por la compacta urbe de San Jeronimo que se desvanece en construcciones incompletas, hasta llegar a un bosque reforestado con eucaliptos del cuál emanan perfumes mentolados. Estas esencias, llegadas desde la otra parte del océano por el emprendimiento de los años setenta, dominan ahora el paisaje.
Cruzamos camiones cargados de piedra que se dirigen hacia el valle. Dejamos atrás la ciudad lineal que toma forma a lo largo del río Huatanay. Siguiendo las costumbres locales enfrentamos la pendiente con hojas de coca entre los dientes. Necesidad y alivio para soportar la altitud.
Erosiones con partículas verdes se mezclan en la tierra. La lluvia incesante y la granizada envuelven Huaccoto de misterio y, al mismo tiempo, enseñan las montañas que lo protegen. Parecemos peregrinos, con abrigos colorados y mojados, buscando una posada. La pequeña tienda de la comunidad está abierta y vende wafers y ron. Preguntamos por un mate caliente, y así la cocina de Corina se transforma en nuestro refugio, nuestra posada. El espacio, calentado por un fuego constante, se empequeñece con nuestra presencia.
Cuando termina la lluvia, las señoras salen buscando el agua del canal para limpiar las hierbas medicinales, que mañana venderán en el mercado. Tienen una hierba para cada mal.

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Libio, que cada día manipula la piedra en la cantera, tiene su propia visión sobre cómo antiguamente, el material era dominado. Tras su cuento, nos vamos a dormir entre realidad y magia.
Con la luz de la mañana, los gallos y burros se unen a la fresadora de la cantera: Huaccoto se despierta cada día entre estos sonidos. Es domingo y la mayoría de la comuninad baja al valle para jugar un partido de fútbol. Sólo la tienda queda abierta, allí unos vecinos desayunan cerveza con la llama recién comprada, futuro pago a la pachamama.
Katia, con siete años de honestidad pura, comparte su vida y deseos en la comunidad de picapiedras y recogedoras de hierbas.

Huaccoto Inn
In the valley, the situation of Vinoncanchon market gives us the required energy to start climbing. We are equipped with tents, sleeping bags and varied food, we cross the urban compact grid of San Jeronimo, which fades into incomplete constructions, until a mentol scent of the eucalyptus reforestation. Overseas business ideas in the 1970s, brought those essences which today dominate the landscape.
We cross trucks loaded with stones, heading towards the valley. We leave behind us the linear city which takes place along the Huatanay river. As a local rule, we approach the slope with coca leaves between out teeths: needs and relief in order to bear the altitude.
Erosions of green particles are mixed with earth. Rain and the hailstorm envelop Huaccoto of mistery, showing the moutains which guard it. We look like pilgrims, wearing colorful and wet jackets, looking for a inn. The small store of the community is open and sells wafer and rum. We ask for a hot mate, thus Corina’s kitchen converts into our shelter, our inn. This space, warmed up by a steady fire, is becoming smaller with our equipment inside.
When the rain ends, some ladies intercept the water of a rivulet in order to clean their heiling herbs, ready to sell at the market. There is a herb for curing each pain.
Libio, who every day handles the stone in the quarry, tell us his vision about how in ancient time this material was dominated. After his tale, we go to sleep, between reality and magic.
In the morning light, sounds of roosters and donkyes are combinated with the milling machines in the quarry: Hauccoto wakes every day up with this mix. It is Sunday and most of the community is goes to the valley in order to play a footbal match. The store remains open and offer beer for the breakfast of a group of guys. They are in Huaccoto for buying a llama, their sacrifice for the pachamama.
Katia, seven years old and pure honesty, shares her life and wishes in the community of stones breakers and herbs gatherers.

Locanda Huaccoto
La situazione del mercato di Vinoncanchon, a valle, ci da le energie necessarie per iniziare la salita. Equipaggiati di tende, sacchi a pelo e cibarie varie, percorriamo l’urbano compatto di San Jeronimo, che sfuma verso costruzioni incomplete, fino ad una riforestazione di eucalipti che emanano profumi al mentolo. Idee imprenditoriali oltreoceano degli anni ’70 hanno portato queste essenze, che oggi dominano il paesaggio a varie quote.
Incrociamo camion carichi di pietra che si dirigono verso valle. Ci lasciamo alle spalle la città lineare che prende forma lungo il rio Huatanay. Come da regola locale, affrontiamo la pendenza con le foglie di coca tra i denti: una necessità ed un sollievo a queste altitudini.
Erosioni con particelle verdi si mischiano alla terra. La pioggia incessante e la grandine avvolgono Huaccoto di mistero, mostrando però le montagne che lo custodiscono. Sembriamo pellegrini, con giacche colorate e bagnate, in cerca di una locanda. L’alimentari della comunità è aperto e vende wafer e rum. Chiediamo per un mate caldo, ed così che la cucina di Corina si trasforma nel nostro rifugio, la nostra locanda. Il nostro equipaggiamento invade questo spazio, riscaldato dal fuoco continuamente in funzione.
Quando la pioggia è terminata, alcune signore intercettano un rigagnolo per lavare le erbe medicinali, che il giorno seguente venderanno al mercato: c’è un erba per ogni male.
Libio, che manipola giornalmente la pietra nella cava, ha una visione tutta sua su come, anticamente, veniva dominato il materiale. Ci manda a dormire con la sua storia, tra realtà e magia.
Con la luce della mattina, le voci di galli ed asini si combinano alle frese che tagliano la pietra: Huaccoto si sveglia ogni giorno con queste sonorità. È domenica e la maggior parte della comunità si reca alla valle per giocare una partita di calcio. L’alimentari rimane aperto e serve birra per la colazione di un gruppo di ragazzi che è arrivato a Huaccoto per comprare una lama: il loro sacrificio alla pachamama.
Katia, con i suoi sette anni di pura onestà, ci racconta la sua vita e suoi desideri, nella comunità di piccapietre e raccoglitrici di erbe.

Encuentros bajo el Apu

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Protegida por el Apu Pachatusan se encuentra la comunidad de Patacancha, en el distrito de Oropesa. Siete familias habitan entre tierra y blanco, el contraste de las construcciones de adobe con la novedad del plástico de los invernaderos. Cada familia posee su propia construcción blanca donde cultivan diversas hortalizas que les alimentan y otorgan sustento económico.
Esperanza, mujer mayor de sombrero y trenzas de un mismo tono gris, nos recibe con palabras que no entendemos: ella habla quechua, lengua que aún se conserva protegida por los Andes.
Atravesamos lo que parece una plaza informal hasta llegar a la pequeña entrada de su casa, una construcción de adobe y paja donde se puede leer el paso del tiempo. Encontramos un interior oscurecido por el humo e iluminado únicamente por la luz que entra desde la puerta abierta. A nuestros pies corretean cuyes huyendo de nuestras pisadas. En esta estancia, Esperanza y su marido cocinan, duermen y crían cuyes.
Desde ahí, nos guía atravesando “la plaza”, ahora habitada por varios vecinos, hasta al interior del nuevo hogar, aún en obras. Esperanza nos invita a sentarnos en pequeños taburetes de madera. Esta vez nos rodean altas paredes de adobe con dos ventanas por las que vemos, por un lado el espacio acogido por las casas, y por el otro la inmensa terraza con vistas al valle. Esperanza nos mira orgullosa.
A lo lejos en los cerros, distinguimos una figura de ropajes alegres, con largas trenzas negras y un sombrero blanco. Se llama Andrea y es viuda, sola se ocupa de todas las tareas. Nos invita a charlar en el interior de su futuro hogar, donde nos explica emocionada cómo la decorará, y dónde dormirán sus nietos cuando vengan a visitarla. Ahora tendrá espacio suficiente para recibirlos. Andrea, como muchas mujeres aquí, nos transmite fortaleza y superación.
En la parte baja de la montaña llegamos a una gran casa de adobe, el futuro hogar de la familia de Josefina: su marido Fidel y sus dos hijos, coronada por dos pequeños toros, símbolo de buen augurio. Después de enseñarnos cada una de las futuras estancias, nos invitan a comer cuy dentro del viejo hogar. Sentados sobre un banco cerca del fuego de la cocina vemos cómo fuera el agua no para de caer. Es curioso comer el mismo animal que corretea alrededor de tus pies.

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Meetings under the Apu
Protected by the Apu Pachatusan, you come to Patachanca community, in Oropesa district. Seven families live in this place between earth and white, the contrast of adobe constructions and the plastic innovation of the greenhouses. Every family have their own white installation where they grow enough vegetable for feeding and selling.
Esperanza, woman with grey hat and hair, receives us using hard words to understand: she speaks quechua, language that is still preserved in the Andes.
We cross a space that looks like an informal square, until the little entrance of her house, an adobe and straw construction where you can read as the time is gone. The interior is dark, iluminated only by the light that comes from the door. Under our feet, guinea pigs run escaping from us. In this room, Esperanza and her husband cook, sleep and breed guinea pigs.
Outside, they guide us through “the square”, occupied by the neighbors, until the new house, still under construction. Esperanza invites us to seat on little wooden stool. Here, we are surrounded by high adobe wall with two windows, from which we can see the community place, from a side, and the huge plain that dominated the valley, from the other. Esperanza looks us proudly.
In the distance, on the hills we identify one figure dressed with cheerful clothes, long braids and a white hat. Her name is Andrea and is a widow, she is busy with all the tasks. Inside of her future home, she invited us to talk. Excited, she explain us how she will decorate her house, and where her grandchildren will sleep when they come to visit her.
Andrea, like other women here, transmite us strenght and desire of improve.
In the lower part of the mountain we achieve a great adobe house crowned by two little oxen, symbol of good omen. This is the future home of Josefina’s family: her husband Fidel, and their two children. After showed us the future rooms, they invited us to eat guinea pig inside the old house. Sitting on a bench, near the cooking fire, we saw how the water does not stop falling. It was curious to eat the same animal running around your feet.

Incontri sotto all’Apu
Protetta dal Apu Pachatusan, si incontra la comunità di Patacancha, nel distretto di Oropesa. Sette famiglie abitano tra la terra ed il bianco, il contrasto delle costruzioni di adobe e la novità della plastica delle serre. Ogni famiglia ha montato una propria struttura bianca, dove possono coltivare varietà di ortaggi, pronti per il consumo comunitario o per la vendita.
Esperanza, donna dal cappello e treccia dello stesso tono di grigio, ci accoglie con parole che non siamo in grado di intendere: parla quechua, lingua che ancora si conserva nelle Ande.
Attraversiamo quella che sembra una piazza informale, fino ad arrivare alla piccola entrata della sua dimora, una costruzione di adobe e paglia dove si legge il passare del tempo. L’interno è annerito dal fumo e illuminato unicamente dalla luce della porta, che resta aperta. Sotto i nostri piedi corrono cuyes, spaventati dalla nostra presenza. In questa stanza, Esperanza e suo marito cucinano, dormono e allevano cuyes.
Fuori, ci guidano per attraversare “la piazza”, ora abitata da vari vicini, fino ad arrivare all’interno della nuova casa, ancora in opera. Esperanza ci invita a sederci in piccoli sgabelli di legno. Questa volta, ci circondano alte pareti di adobe con due finestre orientate per un lato verso la piazza informale e, per l’altro, su un’immensa piana con vista sulla valle. Esperanza ci guarda orgogliosa.
In lontananza, verso la montagna, distinguiamo una figura dai vestiti allegri, con tipiche lunghe trecce nere e un cappello bianco. Si chiama Andrea ed è vedova, sola si occupa di tutte le faccende. Ci invita per una chiacchierata all’interno della sua futura dimora, dove ci racconta, emozionata, come lo decorerà, e dove dormiranno i suoi nipoti quando verranno a visitarla. Avrà spazio sufficiente per riceverli. Andrea, come molte donne qui, ci trasmette forza e costante crescita.
Nella parte bassa della montagna, arriviamo ad una grande casa di adobe, il futuro focolare della famiglia di Josefina, suo marito Fidel e i suoi due figli, coronata sul tetto da una statua di due piccoli tori, simbolo di buon augurio. Dopo averci mostrato ogni stanza della futura casa, ci invitano per mangiare un cuy, accomodati su una panca vicino al fuoco della cucina dalla quale guardiamo la pioggia che cade costante. È curioso mangiare lo stesso animale che corre attorno ai tuoi piedi.

Entre adobe y cuyes

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Tras un desayuno temprano a base de mate de coca y plátanos nos dirigimos hacia Ccolccaiqui, una comunidad de altura ubicada en el distrito de Lucre. límite del valle del Bajo Huatanay. Entre tierra violeta y piedras estratificadas, pasamos por carreteras que pocos vehículos quieren transitar. Manchas de reforestación y vegetación autóctona comparten el mismo espacio, mientras a medida que ascendemos ésta va haciéndose siempre más baja.
A 4000 metros de altura conocemos a Yolanda y Mario, una pareja que poco a poco y con la ayuda del Centro Guaman Poma está finalizando su nuevo hogar, y aprendiendo a gestionar un galpón para sus cuyes, alimento y sustento económico de la familia.
Rodeados por paredes de adobe y techos de palos de eucalipto, Mario nos cuenta cómo funciona la nueva construcción. Fuera Yolanda nos espera con sus palabras. Nuestras curiosidades dirigen la charla, entendemos la gran voluntad y fortaleza de una mujer que quiere luchar por su familia y representar a su comunidad.

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Between adobe and cuyes
After a breakfast based on mate de coca and bananas, we head to Ccolccaiqui, a little high community located in the district of Lucre, limited with valle del Bajo Huatanay. Between purple earth and stratified stones, we went through roads who few would have want to cross. Reforestation marks and local vegetation shared the same space, as we ascended in altitude the vegetation became smaller.
We get to know Yolanda and Mario up to 4000 meters height. With the aid of Centro Guaman Poma, this couple is finishing their home and managing their guinea pigs (cuyes) warehouse, a nutritional and economical sustenance for the their family.
Surrounded by compact clay bricks (adobe), under a roof of eucalyptus beams, Mario told us how the new construction works. Meanwhile outside, Yolanda’s words waited for us, our curiosity directed the talk. We understood the great will and strength of a woman who wants to fight for her family, and represent her community.

Tra adobe e cuyes
Una colazione alle prime luci del mattino a base di mate di coca e banane, ci dirigiamo verso Ccolccaiqui, una comunità altoandina ubicata nel distretto di Lucre, sul confine della valle del Bajo Huatanay. Tra la terra con un tono violetto e pietre stratificate, percorriamo strade che pochi veicoli vorrebbero transitare. Macchie di riforestazione condividono lo spazio con la vegetazione autoctona che, man mano che si sale, si fa più bassa.
A 4000 metri di altitudine incontriamo Yolanda e Mario, una coppia che, con l’aiuto del Centro Guaman Poma, sta finalizzando la sua nuova casa e apprendendo a gestire un allevamento di cuyes, un’importate risorsa per l’alimentazione e l’economia della famiglia.
Roteati da pareti compatte di terra (adobe), sotto ad un tetto di pali di eucalipto, Mario ci racconta come funziona la nuova costruzione. Nel frattempo, Yolanda ci aspetta all’esterno con le sue parole. La conversazione è guidata dalla nostra curiosità ma soprattutto dal suo volere: intendiamo subito che abbiamo di fronte un donna con idee chiare, che vuole lottare per la sua famiglia e rappresentare la sua comunità.
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Primeros días en Cusco

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Primeros días en Cusco

A 3400 metros sobre el nivel del mar la ciudad de Cusco nos recoge. Los cerros tienen una constante presencia, colonizados por los hogares que ascienden por las laderas a gran velocidad.

Las calles y avenidas, estan inundadas por el olor de las comidas y el perpétuo sonido urbano dominado por el clacson de los taxis.

El Centro Guaman Poma de Ayala nos abre sus puertas. En una de las oficinas de madera nos dejan una mesa en la que empezamos a investigar: revistas y textos de publicaciones locales nos dan una primera visión del contexto ambiental y social en el cuál la ciudad toma forma.

Desde el Valle del Bajo Huatanay al sureste de Cusco, esperamos poder subir a mayor altitud, habitat de las comunidades protegidas por los Apus, montañas sagradas.

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First days in Cusco

At 3400 meters above sea level, the city of Cusco welcome us. The hills underline their presence constantly, colonized by homes that ascend quickly along the slopes.

In the streets, calles and avenidas, the strong smell of the food is combined with the perpetual soundscape dominated by taxis.

The Centro Guaman Poma de Ayala opens the doors to us. In one of the workshops, they leave us a table where we can start to investigate: magazines and texts of local publication give us a first vision of the environmental and social context where the city takes shape.

From the Valle del Bajo Huatanay, on the south-eastern side of Cusco, we just wait to get on higher altitudes, habitat of communities protected by Apus, holy mountains.

Primi giorni a Cusco

A 3400 metri sopra il livello del mare, la città di Cusco ci accoglie. Le colline hanno una costante presenza, colonizzate dalle case che scalano i versanti a grande velocità.

Le strade, calles e avenidas, sono inondate da forti profumi gastronomici che si combinano al perpetuo suono urbano, dominato dai taxi.

Il Centro Guaman Poma de Ayala ci apre le porte. In uno degli spazi di lavoro ci lasciano un tavolo d’appoggio, in cui iniziamo ad investigare: riviste e testi di pubblicazione locale ci offrono una prima visione del contesto ambientale e sociale nel quale la città prende forma.

Dalla valle del Bajo Huatanay, nel sud-est di Cusco, aspettiamo di elevarci a altitudine più alte, habitat di comunità protette dagli Apus, montagne sacre.